El último baile.

 


 Bailando, siempre bailando.

 Me paseo por los salones sin mirar. Hay niños y niñas, jóvenes y adultos, ancianas y ancianos. Muchos bailan en el centro del salón, sonrientes y atractivos. Lo hacen por parejas, incluso por tríos. Algunos visten elegantes con sus mejores galas y sayas, y otros con harapos que a nadie más engañan. Los más atrevidos bailan solos, cerca del centro o escondidos en un rincón. Lo mismo les da, porque lo más importante sigue siendo bailar. Por su parte los más tímidos esperan sentados a que llegue algún valiente a invitarlos. No saben que algunos tendrán la fortuna de bailar pero que otros permanecerán sentados hasta que la música deje de sonar. 

 Los contemplo un instante y sigo avanzando.

 El sol, la luna, y sus hijas las estrellas, pasan por mi lado. Brillan y sonríen porque han olvidado. Que siempre hay un baile, un último baile.

 Un paso delante, un paso detrás, una vuelta, a un lado, al otro lado, un giro de más y otra vez a empezar.

 Llego hasta la mesa de los refrigerios y los canapés. Me encuentro con aquellos que están cansados, aquellos a los que les duelen los pies.

 No les hago caso, pero los que se dan cuenta de mi presencia no tardan en hacerse a un lado. A todas las hijas y a todos los hijos sus madres les dicen siempre lo mismo, les advierten del peligro de bailar conmigo.

 Me cruzo de brazos y salgo al balcón. Les doy la espalda y me apoyo en la baranda.

 Entonces alguien me da unos golpecitos por detrás y me giro. Nunca nadie hizo eso antes conmigo, nadie hasta entonces se había atrevido a tocarme.

 Una mujer, un hombre… no tengo muy claro lo que es. Inclina la cabeza, me mira, sonríe y me besa. El rubor hace que me mire los pies.

 —¿Quieres bailar?—me pregunta.

 Reprimo un suspiro, un malestar.

 —¿Sabes quién soy?—contesto con otra pregunta.

 Asiente con la cabeza.  Veo como su sonrisa se vuelve más grande.

 —Yo soy la vida y tú eres la muerte.—Responde cogiendo mi mano mientras me dejo guiar— Y esto es un baile.

 Y bailamos, porque tiene razón. Ella es la vida y yo soy la muerte, y siempre habrá un baile, un último baile.


*Escrito originalmente... ya ni me acuerdo. 

Pues... He recuperado este relato para el blog porque me gusta bastante, aunque sí, lo sé, falta pulirlo XD 

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