Un acólito lo llevó hasta la sala
donde tendría lugar el encuentro. Sus paredes eran de piedra blanca y a
excepción de un altar de mármol negro y dos asientos del mismo material, estaba
vacía. Contaba con dos entradas, la que ellos habían utilizado y la que
utilizaría su interlocutor.
Cuando el acólito se marchó,
esperó de pie, impaciente, preguntándose cuál de los cinco sería el que lo
recibiría. ¿Cuchillo, mano, veneno, aguja o hilo?
—Si lo desea, puede
sentarse—Ordenó una voz atiplada y mansa como el agua.
A la voz la siguió una figura
encapuchada, enorme en tamaño y en altura, que se sentó en el asiento que le
quedaba más cerca y apoyó los brazos sobre el altar, cruzando unas manos de
dedos alargados y uñas bien cuidadas.
Ocupó el lugar que quedaba libre
y esperó a que el otro hablara, pero como no lo hizo, fue él quien empezó la
negociación.
—He venido a pedir justicia.
—Todos lo que vienen aquí, piden
lo mismo.—Contestó el miembro de la élite al tiempo que se quitaba la capucha
y dejaba al descubierto una cabeza afeitada de rasgos harmoniosos sobre los que
destacaban dos cuencas vacías.
—Yo…—empezó a decir, sin ser capaz de terminar, horrorizado.
Se decía que los miembros de la
élite habían muerto y habían vuelto a la vida. ¿La muerte de aquel hombre había
tenido algo que ver con esas dos cuencas vacías?
—Solo el dios de la muerte puede
dictar sentencia. Habla, él te escucha.
Intentó recobrar la compostura y
tragó saliva.
—Yo… deseo la muerte del
príncipe Silvan.
—Deseáis la muerte de un recién
nacido. ¿Por qué?
¿Por qué?, porque así su hija
viviría. Estaba enferma, muy enferma y el nigromante le había dicho que se
podía cambiar un alma por otra. Pero debía ser un alma inocente, un alma
importante.
—Para poder salvar a mi
hija.—Contestó tras unos segundos eternos.
El miembro de la élite asintió.
—Bien. ¡Qué hable el dios!
Entonces metió las manos en uno
de los bolsillos de su túnica y extrajo un saquito. Vació el contenido entre
sus manos, las agitó con aquello dentro y las abrió.
Por la superficie del altar se
dispersó un puñado de huesecillos blancos y bien pulidos y el miembro de la
élite paso los dedos por encima, leyendo lo que su dios le decía.
—Puede hacerse.—Contestó tras
finalizar con su macabra lectura.—Tu hija vivirá, pero solo si estás dispuesto
a pagar el precio.
Asintió eufórico. Por su puesto,
sí, pagaría lo que fuera, pero…
—No tengo mucho dinero.—Se
apresuró a contestar.
El miembro de la élite negó con
la cabeza.
—El dios de la muerte no quiere
dinero. Ven, acércate—le dijo, impasible.
Obedeció, se levantó y fue al
encuentro del hombre, quien, con una velocidad propia de un demonio, colocó las
manos firmes alrededor de su cuello y apretó lo justo.
—Has pedido justicia y justicia
tendrás. Una vida por otra. La vida de tu hija por la tuya. La vida de una
criatura inocente por la vida de una criatura condenada.
¿Cómo lo sabía?, ¿Se lo había
dicho su dios?, ¿Le había hablado de todos sus intentos fallidos?, ¿De todas
las criaturas inocentes que no eran el príncipe Silvan y a las que había
arrebatado la vida, en vano, para que el nigromante pudiera salvar a su hija?
Quiso protestar, pero la presión
ejercida contra su garganta no se lo permitió. Entonces el miembro de le élite,
que no era otro que la mano del dios de la muerte, con un movimiento rápido y
brusco, le partió el cuello. Colocó el
cuerpo inerte sobre el altar, sacó de la túnica una moneda con la efigie de una
balanza y la dejó sobre su frente.
*Escrito originalmente el 1 de Diciembre de 2022.
Pues... sabía lo que quería escribir, tenía una idea, pero al final no fui capaz de dar con un resultado acorde al que tenía en mente. Recuperé a uno de los personajes de la élite de Trin y fue decepcionante jajajaja
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Trigésimo tercera semana, escribe un relato sobre un personaje que hace la atrocidad más grande que se te ocurra con tal de salvar a un ser querido.
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