Foto de Anthony Tran en Unsplash
Intrigante me miró con la cabeza
ladeada y una sonrisa pícara en los labios.
—Vas a hacerlo, ¿a que sí?
Negué con la cabeza y me froté
las manos contra los muslos. Ella revoloteó a mi alrededor, decepcionada,
zumbona como una mosca molesta.
Intrigante era mi hada personal.
La misma que de pequeña me había concedido un don. El don de hacer que mis
deseos más insignificantes se cumplieran. Los complicados… esos ya eran harina
de otro costal. Pero si llegaba a una pastelería y ya no tenían tartas de
chocolate… entonces aparecía una. Si Marina se ganaba el solo del coro en la
obra de teatro… la noche de antes enfermaba de la garganta y era yo quien tenía
que sustituirla al día siguiente. Y, sin embargo, el euromillón nunca iba a
tocarme, y la estrella más famosa y atractiva de Hollywood nunca iba a
enamorarse de mí por mucho que me la encontrara en todos los aviones que
cogíamos.
El asunto que nos ocupaba ahora
era bien distinto. Hacía tiempo que me cruzaba con un chico que llevaba una
pesada cadena colgada del cuello, y mi obsesión se centraba en aquel momento en
saber qué era lo que llevaba al extremo de ella, bajo la camiseta.
Intrigante no dejaba de tentarme,
de azuzar mi curiosidad, proponiendo cosas tan estridentes como una cabeza
reducida, una cruz de madera enorme para clavar en el corazón de un vampiro o
el anillo secreto de compromiso con la princesa Margarita.
No se trataba de nada de eso. Aunque ella fuera un ser diminuto de cuento de hadas, no estábamos en un reino fantástico, sino en un mundo aburrido y normal, cuya única excepción era su maravillosa presencia.
—Vengaaa.—insistió zalamera.
Me mordí el labio, podía hacerlo,
pero lo que me preocupaba era el “como”. Una vez que lo deseara ya no habría
vuelta atrás, el destino se las apañaría para revelarme el secreto. Y las
formas que tenía de hacerlo a veces podían ser crueles, retorcidas y
caprichosas. Y yo no quería que le pasara nada malo, como le había pasado a
Marina. Aquello todavía seguía reconcomiéndome por dentro.
—No es más que un colgante. Normal y corriente.—Me justifiqué.
Intrigante me sacó la lengua.
—Cobarde.—Espetó, enrabietada como una niña pequeña.
No me enfadé, no deseé que
desapareciera y me abandonara, estaba acostumbrada a que ella fuera la más
infantil de las dos, aquella que se negaba a crecer. Pero yo… yo ya iba
teniendo una edad.
Aquel día conseguí
sobreponerme a los deseos de mi hada y a los míos propios y al día siguiente
sin hacer yo nada de lo mío, lo juro, el destino siguió a lo suyo.
Me crucé con el chico. Como cada
mañana, nos dimos nuestro correspondiente saludo, ese que consistía en levantar
la cabeza y señalar con la barbilla cuando el otro pasaba. Entonces el broche de la
cadena se soltó, cayó al suelo y dejó al descubierto el secreto: Un símbolo
rúnico, cutre y gigante, de esos que llevaban los surfistas.
—Lo ves —le dije a Intrigante— No era nada del otro mundo.
Pero no era verdad, porque lo que
no tenía que haber pasado era que mi deseo insignificante se cumpliera sin que
yo lo hubiera pedido. Algo estaba cambiando… yo estaba cambiando… mi don ya no
era el mismo.
*Escrito originalmente el 3 de Julio de 2022.
Pues... primero de todo, no conozco el libro del que había que sacar el worldbuilding y no, no me lo iba ni voy a comprar. Y bueno, sí, lo reconozco, me obsesiona saber que lleva el chaval al final de la cadena. Es una cadena tan cutre... que cualquier cosa puede ser jajajajajaja
PD: A 8 de agosto... ya se lo que llevaba el real al final de la cadena!! El anillo de compromiso de la princesa margarita JAJAJAJAJA
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Vigésimo cuarta semana, Haz una historia ambientada en el worldbuilding de "cuando recupere la esperanza". Es decir, que cuando tu protagonista era peque un hada apareció y le concedió un don, además de quedarse a su lado.
Comentarios
Publicar un comentario