Llevaba las joyas en un bolsillo.
Entrar a palacio había sido fácil, pero la salida se le había complicado.
Alguien había matado a uno de los invitados y habían cerrado las puertas a cal
y canto.
Aprovechando el desconcierto
general, y sirviéndose de su experiencia, había abandonado el salón y colado en
una de las habitaciones para intentar saltar por una de las ventanas que daban
a los jardines. Estaba intentando abrirla, cuando escuchó unos pasos acelerados
en el pasillo, y el miedo se apoderó de él.
Antes de que se abriera la
puerta, tuvo el tiempo justo para esconderse detrás de las tupidas cortinas de
terciopelo morado. Contuvo la respiración, pensando que serían los guardias que
habían comenzado a inspeccionar los lugares, pero nadie se acercó. Tras unos
segundos de tensa espera, en los que no pudo evitar pensar que el latido de su
corazón iba a delatarlo, se atrevió a asomar ligeramente la cabeza por el hueco
de las cortinas.
Se quedó de piedra. No eran los
guardias de palacio. Se trataba de una de las princesas, la más joven, y uno de
los músicos.
Estaban en una situación más que
cariñosa, entrelazados en un nudo de brazos y piernas que subían y bajaban sin
un aparente final. Sus labios recorrían la piel de uno y de otro, volviendo a
encontrarse hasta ahogar los gemidos que se les escapaban cuando no estaban
juntos.
Tragó saliva, y siguió mirando,
olvidando por completo sus propósitos, imaginando que eran sus manos las que
recorrían las carnes prietas de la princesa y que era sobre su cuerpo donde su
boca de pitiminí depositaba aquellos lascivos mordiscos.
Sintió la excitación apoderarse
de su cuerpo y llevo una mano al bulto que acababa de aparecer en su pantalón,
intentando en vano que no llegara más lejos. Mientras tanto los amantes
ocuparon el lecho y la princesa, haciendo honor a sus grandes dotes de amazona,
montó al músico como si estuviera ante la carrera más importante de toda su
vida.
No pudo más. Se bajó los
pantalones y acompaso el ritmo de su mano al del galope de los otros. Arriba y
abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo… hasta
que llegó la explosión final.
Gimió ella, gimió el músico,
gimió él. Y se derrumbaron, abatidos, pero con la imperiosa certitud de haber
vencido. Al deseo, al placer y al autocontrol.
Recuperada la calma y pasado el
éxtasis, la pareja se marchó, mucho más silenciosa que como había llegado. Él
se limpió las manos en las cortinas, abrió las ventanas y saltó. Seguía
llevando las joyas reales en un bolsillo, pero eran otras las que todavía
palpitaban, por el recuerdo, bajo la tela.
*Escrito originalmente el 8 de Junio de 2022.
Pues... Voy con retraso, mucho retraso. Me falta tiempo, no me da la vida. Mi imaginación está muerta. Y encima tocaba relato erótico. WTF?? Cumplo la premisa? Probablemente no. Pero estoy fritaaaa. Había que pillar algo inventado y hacer una especie de fan-fic a lo 50 sombras (ufff que horror)?? Pues bueno, mi historia puede ser la de cualquier ladrón famosillo, pero llevándolo a lo erótico.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Vigésimo segunda semana, Convierte en un relato erótico, una historia que no pertenezca a ese genero.
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