Crosword, la compañía de
videojuegos más famosa del planeta, había terminado su versión beta del juego
que prometía revolucionar la era de los videojuegos tal y como se la conocía. Solo
les faltaba probarlo. Y Raiden Clauer era el elegido para tan sublime ocasión.
Raiden llevaba años probando
videojuegos para ellos. Desde los 14 años le pagaban para que se sentara en un
sofá, delante de una tele, con un mando en la mano y un bol de palomitas de
mantequilla encima de sus rodillas. Ahora tenía 35 y una barriga que comenzaba
a ser incipiente.
Raiden era el mejor, capaz de
encontrar cualquier fallo que se les hubiera pasado a los programadores y solía
aportar un gran número de ideas sobre cómo mejorar los aspectos aparentemente
más insignificantes de los juegos, los que los hacía acercarse a la realidad.
Ni cabe decir que casi siempre se los pasaba antes de que terminara la semana.
El día en cuestión, Vines, el
programador jefe, lo llamó a la sala de pruebas y le puso una especie de
diadema que le rodeaba la cabeza por la parte trasera y se sujetaba sobre sus
sienes. A Raiden le extrañó que no le dieran unos guantes tácticos o unas gafas
de realidad aumentada. Cuando preguntó al respecto, Vines le dijo:
—Estamos probando algo nuevo.
Raiden asintió conforme.
No había pantalla, no había nada más que la diadema y la sala, así que se mostró expectante.
—Cuando estés listo —dijo
Vines— Pulsa el botón que hay junto a tu sien derecha.
Raiden lo pulsó. Y entonces le
ocurrió algo que no le había pasado nunca. Le temblaron las rodillas, sintió
una especie de succión y se le revolvió el estómago. Un parpadeo después, ya no
se encontraba aparentemente en la sala de pruebas, sino en un bosque. Un bosque
que parecía tan real que podía sentir la brisa del aire en la piel y oler el
aroma de los pinos.
—Bienvenido a Venturalia, la
aventura hecha carne —Dijo Vines, desde algún lujar que parecía bastante lejano—. Sí, lo sé, tenemos que mejorar el eslogan, pero no es más que la idea
inicial.
Raiden no le hizo caso.
—¿Qué tengo que hacer?
—Explorar y seguir tu intuición.
Así que era eso, pensó Raiden, lo
primero que tenía que averiguar era en qué consistía el juego.
Comenzó a caminar, a explorar,
escuchó el ruido del agua y pronto descubrió un río. Cuando metía las manos en
el agua y se mojaba la cara con ella, escuchó un ruido detrás de él. Y al
girarse se encontró con una marmota de pelaje rojizo y el tamaño de un hombre
con acondroplasia.
Antes de tener tiempo a
reaccionar, la marmota se puso a hablar y a expulsar diamantes por la boca.
Entonces Raiden notó como la bolsa de monedas que llevaba atada a la cintura se
llenaba.
La marmota siguió hablando. Un
bribribiribrirbiririririr sin sentido, y expulsando diamantes.
—No te entiendo —contestó a la
marmota.
Esta se puso a dar brincos y de
nuevo siguió con su brirbrirbrirbirri pero más alto. No tener un traductor era
inquietante, pero eso hacía el juego más divertido y la marmota parecía
amistosa. Y era muy cuki.
Segundos más tarde aparecieron un
montón más de marmotas rojizas que lo rodearon sin cesar con su
briribiririririr. Le parecieron adorables y el mejor acierto del juego. Hasta
que en el otro lado del río apareció otro grupo de marmotas, pero estas de pelaje
azulado. Llevaban lanzas, también lanzaban diamantes al hablar, pero de color
negro y lo suyo era un criiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, muy estridente y tan
molesto, que le dolieron los oídos.
El juego era increíble.
Pronto comprendió que sin saber cómo,
había elegido un bando, el de las marmotas rojas y que probablemente estas lo
creyeran un dios y su misión fuera la de llevarlas a la victoria.
Puso sus manos en las caderas y
lanzó un grito de guerra.
—¡¡Al ataque!!, ¡¡Seguidme!!
Cruzó el río, viendo que no era
tan fácil y que su barriga y su baja forma física no le permitían correr muy
rápido, pero daba igual, tenía a las coloradas de su parte. O eso creyó, hasta
que una de las marmotas azules lo ensartó fácilmente con una de sus lanzas tras
un criiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii espantoso. Las rojas, más listas que él, no lo
habían seguido.
—Vaya —dijo Vines al otro
lado— firmó los papeles de consentimiento en los que nos eximía de toda
responsabilidad, ¿cierto?
—Sí, jefe —le contestó alguien,
probablemente su secretaria.
—Muy bien. Tendremos que poner
un aviso: para jugar a Venturalia se necesitará estar en buena forma. O mejor,
podríamos crear un programa de pago de preparación inicial.
En cuanto a Raiden, fue su final,
el juego terminó siendo demasiado real.
Pues... Vale, sí, no cumple del todo la premisa porque no va sobre marmotas sino de un videojuego. Pero salen las dichosas marmotas de los diamantes! Cómo se va a hacer algo con suspensión de la incredulidad con marmotas y diamantes???!!!! Jajajajajaja
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Vigésima semana, Logra una historia sobre marmotas que lanzan diamantes al hablar y que mantenga la suspensión de la incredulidad.
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