El señor Antón vio como el perro
del vecino se meaba en la rueda del coche del señor Miguel y se echó a reír
detrás de su ventana. Cuando el señor Miguel salió con el garrote en alto
espantando al chucho, corrió a esconderse detrás de las cortinas. El señor
Miguel vio el fugaz movimiento y levantó el garrote en su dirección.
La guerra iba a empezar otra vez.
Llevaban años igual. Enfrascados en un toma y daca constante que no dejaba
indiferente a nadie.
Si el equipo del señor Antón
ganaba la liga, se ponía a tirar petardos delante de la puerta del señor
Miguel. Si por el contrario era el del señor Miguel el que se proclamaba
vencedor, no dejaba de conducir su coche haciendo sonar el claxon alrededor de
la casa del señor Antón. Si el señor Antón se presentaba por los del pueblo
unido, el señor Miguel lo hacía por los de unión popular. Si el señor Antón
pedía prestado el paellero al ayuntamiento, el señor Miguel se quedaba con el
centro social. Si uno entraba al bar, el otro salía… Así siempre.
Eran el perro y el gato del
lugar. No se hablaban y ninguno de los dos recordaba cómo había empezado su
enemistad. No había sido por tierras ni por una muchacha. Tampoco por política
ni religión. Y lo de los equipos de fútbol no contaba.
Después del incidente del chucho,
el señor Miguel tenía que buscar venganza y pensó en apuntarse el primero en el
turno del pozo y dejar al señor Antón sin agua. Lo hizo. Y al día siguiente se
levantó a las 6 de la mañana para regar.
Bajó al pozo y mientras encendía
la bomba, vio que había alguien metido en el huerto del señor Antón, robándole
los tomates. Esos mismos tomates de los que se había reído por ser enclenques y
que ahora admiraba por haber terminado siendo más grandes que los suyos. Cosa
que nunca iba a admitir delante del señor Antón.
Estaban enfadados y se llevaban a
matar, por eso podría haber dejado que el ladrón se los llevara todos, pero los
archienemigos no actuaban así, no necesitaban de otros para resultar
victoriosos. Los triunfos eran solo suyos.
Trotó con el garrote hasta el
camino sin que el ladrón lo viera. Se le acercó por detrás y cuando lo tuvo lo
suficientemente cerca, le lanzó un sonoro: “Yep”. El ladrón soltó los tomates,
se giró amenazador y cuando se encontró frente a frente con el garrote del
señor Miguel, se lo pensó mejor.
--Cómo se te ocurra salir
corriendo te arreo un estacazo que te dejo listo. Te vas a quedar aquí hasta
que vengan los de la civil.
Y así fue. Vinieron los de la
civil y arreglaron el asunto. El señor Antón le lanzó un cabeceo de
agradecimiento al señor Miguel la siguiente vez que lo vio. Y esa misma noche,
tras concluir el derbi, el señor Antón salió a tirar petardos frente a la casa
del señor Miguel. Porque las cosas tenían que seguir igual. Ninguno de los dos
iba a dar su brazo a torcer, eran el señor Antón y el señor Miguel.
Pues... pequeño homenaje a las rivalidades de pueblo. Porque sí, hay gente que se lleva a matar y que no se habla, pero en los momentos importantes, en los momentos de necesidad, siempre están ahí. Aunque luego, más tarde, vuelvan a dejarse de hablar XD
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Decimoctava semana, Haz una historia sobre un personaje que está enfado con otro pero es incapaz de recordar por qué.
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