Tenía delante la pantalla del
ordenador con un documento de Word abierto que no estaba en blanco. De hecho,
había escrito más de cuatrocientas páginas, pero tenía un problema. No era
capaz de firmarlo. Y no, no podía poner su nombre, que era de lo más corriente,
sí, pero no era por eso.
El contenido le daba demasiada
vergüenza. Era perfecto, lo sabía, pero si alguien descubría que lo había
escrito él… todo su mundo iba a ponerse patas arriba.
Sonó el teléfono. Era su madre,
preocupada por cómo estaba llevando la cosa. En la televisión no eran demasiado
halagüeños.
Colgó a los cinco minutos,
pensando en su verdadero problema y en la idea que acababa de ocurrírsele.
¿Y si juntaba las iniciales de
los apellidos de sus abuelos? D.C. M o D. C. Montés.
Sonaba bien… pero no, algún
listillo sumaría 2+2 y descubriría el pastel. Demasiado fácil para todos esos
carroñeros.
Dio varias vueltas por el
despacho, se quedó contemplando el paisaje y pensó en sus tiempos de juventud,
en aquellos años que había pasado viviendo y trabajando en pequeñas granjas en
el extranjero, aprendiendo idiomas, descubriendo el funcionamiento del mundo.
Su etapa hippilonga, como la llamaba su padre. Se le encendió la bombilla.
Podía juntar las primeras silabas
de los nombres de aquellos pueblos. El resultado era prometedor: Delinda albar.
Pero no, no terminaba de sonar
como debería, no resultaba lo suficientemente fluido para su lengua.
Llamaron a la puerta. Su secretario. Quedaban menos de dos horas para los resultados, debería ir preparándose, pasara lo que pasara. Le cerró la puerta en las narices, sin hacerle caso.
Y entonces ella llegó a su mente, su archienemiga, su contrincante, con un nombre tan corriente como el suyo. Pero con un título que jamás iba a conseguir, dijeran lo que dijeran los de la tele, que no daban una…
“Presidenta Mary”
Era tan irónico… tan retorcido…
Soltó una carcajada, lo escribió
debajo del título y le dio a la tecla de enviar. Ya estaba, su primera novela
erótica iba a ser todo un éxito, estaba convencido de ello.
Entonces, al mismo tiempo, el
teléfono empezó a sonar y la puerta se abrió de golpe.
Lo había hecho, contra todo
pronóstico había vuelto a ganar las elecciones. Seguía siendo el presidente,
pero eso a él le daba igual, lo que de verdad la importaba era que el mundo
descubriera, amara y deseara a partes iguales, a su querida señorita Culito
moreno, la protagonista de su novela.
Pues... no me gustaba el tema y era día de elecciones, así que me aproveché del momento. ¿Y si el presidente de tu país fuera escritor de novelas eróticas en secreto y necesitara de un seudónimo? jajajajaja
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Decimosexta semana, Haz una historia acerca de un escritor que busca el seudónimo perfecto.
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