#52RetosLiterup (2022) - Semana 15: Un caso de Gilbert y Ross, agentes de anomalías: El triciclo, el lazo y el medallón.
La casa estaba en la zona residencial de lujo de la ciudad, pero no tenía nada que ver con las mansiones vecinas. Había sido esplendida, pero de eso hacía ya mucho tiempo. Las malas hierbas, la hiedra y las enredaderas, se habían apoderados del jardín y de las paredes. La verja de hierro se había oxidado y colgaba torcida de sus goznes. Las fuentes de piedra del patio estaban secas y agrietadas. Las estatuas mancas, cojas o decapitadas. Los cristales de las ventanas hechos añicos y un gran número de tejas habían caído al suelo.
—Este sitio me da miedo, Gilbert —susurró Ross, cogiendo de la mano a su compañero.
Gilbert frunció la comisura de la
boca de su lado bueno y apretó ligeramente la mano de la muchachita.
—No nos pasará nada. Lo han
dicho las cartas, ¿Recuerdas? —comentó para tranquilizarla.
Ross lo miró torciendo su nariz
de conejo. Recordaba que las cartas de Nostradamus habían mostrado una
habitación de juegos cuando les habían consultado al respecto. Y una habitación
de juegos no era algo peligroso, ni malo. Aun así, Ross no pudo evitar echar
una mirada fugaz hacia detrás, hacia la seguridad del mini que acababan de
abandonar.
Sin soltarla de la mano, Gilbert
la arrastró hasta el porche, abrió la puerta que gimió lastimera y entraron en
la casa. El suelo estaba lleno de tierra y polvo, los muebles roídos por
ratones y termitas o podridos por la humedad de las goteras.
No iban a encontrar lo que
estaban buscando en la planta baja, así que, con mucho cuidado, subieron al
piso de arriba. Ross apretó más fuerte la mano de Gilbert ante el crujido cada
vez más peligroso de los peldaños superiores de la escalera. En su imaginación
no dejaba de verse espachurrada sobre el suelo del sótano, rodeada de curiosos
ratoncillos de dientes largos y ojos amarillos. Le encantaban los ratones de
campo, pero no con ella en ese estado.
Gilbert abrió las puertas de dos
habitaciones vacías y en la tercera, la encontraron: La habitación de juegos.
Ross se fijó al momento en el
bonito triciclo que brillaba descolorido en una esquina y olvidando todo su
miedo, entró corriendo. Entonces la puerta se cerró furiosa, dejando a Gilbert
solo en el otro lado.
Ross chilló.
—No pasa nada, Ross —Intentó tranquilizarla Gilbert a través de la puerta cerrada— Sabes a lo que hemos venido. Supongo que
prefiere hablar contigo. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Ross miró a su alrededor con los
ojos abiertos como platos, esperando que una figura monstruosa apareciera a su
lado, pero no apareció nada. Se tiró de las trenzas naranjas y nerviosa como un
vaso de gelatina, abrió uno de los cajones del armario. No encontró ningún
juguete como esperaba. El cajón estaba vacío a excepción de un lazo rosa y un
medallón.
Cogió el lazó y lo prendió con
una de las horquillas que sujetaban sus trenzas a la cinta de su sombrero de
paja. Buscó un espejo para verse, pero no encontró ninguno.
—Te queda bien —Dijo una voz de
mujer, sobresaltándola.
—¿Hola? —Preguntó Ross a la habitación vacía— ¿Eres una fantasma?
—Más o menos —contestó la
voz— Estoy aquí porque quiero. No porque no pueda marcharme hacia la luz. No
tengo ningún asunto pendiente. Esta es mi casa.
Ross suspiró. Le hubiera gustado
tener a Gilbert a su lado, pero ya no tenía miedo. Sabía, como solo ella podía
saber, que aquella mujer era buena, amable y bondadosa.
—Me llamo Ross, aunque por algún
tiempo hice que me llamaran Rossé porque sonaba mucho más fino, pero a Gilbert
no le gustó. Gilbert es mi compañero, el que está en el pasillo, el del perfil
derecho bonito y el izquierdo gris y reseco. ¿Cómo te llamas tú?
—Lucinda —Contestó la mujer, sin
hacer mucho caso de la verborrea de la chiquilla— Lucinda Wyat.
—¿El lazó era tuyo?
—Sí. Y el triciclo, y el
medallón. Puede abrirse, ¿sabes?
Ross cogió el medallón y lo
abrió. Dentro estaba la foto en blanco y negro de una mujer hermosa, cubierta
con un velo de novia. A su lado un hombre igualmente hermoso con bigote y
vestido de traje, sonreía.
—¿Eres tú?, ¿Es tu
marido? —preguntó con la curiosidad propia de las muchachas.
—No —Contestó Lucinda— Son mis
padres.
—Eran muy guapos, seguro que tú también lo eres —Replicó Ross.
La mujer fantasma se echó a reír.
La suya era una risa sana y cantarina y enseguida Ross se contagió de ella.
En el otro lado, Gilbert se había
quedado petrificado en el sitio, ido como le pasaba cada vez que su otro yo
tomaba el control. Este le estaba mostrando tal y como todo había sido:
Una pareja joven cargaba un bebé
en un canasto. El bebé se convertía en una niña que recibía unas navidades un
bonito triciclo rosa. La niña corría por el jardín con su triciclo y el padre
la seguía riendo mientras la madre los observaba sentada en un banco, bajo la
sombra de una estatua. En su quinceavo cumpleaños la niña se preparaba para
presentarse en sociedad y su madre le prendía un lazo rosa en el pelo, mientras
su padre le daba un beso en la mejilla y le decía que era hermosa. En su
vigésimo primer cumpleaños, la niña, que ya era toda una mujer, vestía de luto,
y para no olvidar a sus padres muertos en el Poseidón, colocaba la foto de su
boda en un medallón de oro con forma de corazón…
<< Lo ves, te lo imaginabas
Gilbert, pero en realidad ya lo sabías. Porque tú ya lo sabes todo, y yo te lo
muestro>>.
—Debe ser maravilloso tener
padres —suspiró Ross— Yo soy huérfana, pero no estoy sola. Tengo a Gilbert, a la
jefa y a Janz. Y también un archienemigo, Harry Piperman, el hijo del director
de la A.A, la agencia de anomalías. ¿Por qué no estás con ellos?, con tus
padres, quiero decir…
El ambiente de la habitación se
enfrió. Y Ross notó como la mujer fantasma se retraía.
—Porque no fui lo que ellos
querían que fuera. No me casé, no forme una familia. Me dediqué a vivir, leer,
escribir libros y viajar. Para la sociedad me convertí en algo así como una
mujer disoluta.
—¿Y eso que más da?, ¿fuiste
feliz? Porqué si fuiste feliz, seguro que ellos estarán orgullosos de ti. La
jefa, Janz e incluso Gilbert, están siempre orgullosos de mí y me quieren,
aunque yo siempre meto la pata…
Lucinda se quedó en
silencio. Finalmente dijo:
—Vaya, tenías razón, Ross. Sí
que soy un fantasma, sí que había algo que me retenía aquí. El miedo, pero tú,
con tu inocencia, acabas de abrirme los ojos. Gracias Ross. Muchas gracias.
Puedes quedarte con el triciclo, el lazo y el medallón. Gracias.
Y su voz se perdió en la
distancia, dejando un eco, como si estuviera atravesando un túnel muy muy
largo.
Cuando Ross salió fuera de la habitación de juegos cargada con sus nuevas posesiones, se encontró con Gilbert cruzado de brazos.
—Lo ves. No había nada que temer. Eres demasiado miedosa.
Ross no le hizo caso, estaba
pensando en otra cosa, algo que se le había ocurrido cuando Lucinda había descubierto
que sí era un fantasma.
—Gilbert, ¿qué habría pasado si Lucinda hubiera querido quedarse, si no hubiera avanzado por el túnel?
—Que habríamos fracasado y la
agencia hubiera enviado al departamento de cazafantasmas.
—¿Y qué le habría pasado a ella? —insistió, torciendo la nariz, intuyendo que la respuesta no le iba a
gustar.
Gilbert la miró de reojo y no le mintió, le contó la verdad.
—Que hubiera quedado atrapada en
un contenedor para fantasmas. Pero Ross, eso no ha pasado ni va a pasar, porque
gracias a ti, la misión ha sido un éxito. Venga va, te invito a un helado. Te lo has ganado.
—¿De tres bolas?
—No te pases...
Y Ross sonrió, por el helado y porque era cierto,
porque, aunque creyera todo lo contrario, desde que ella y Gilbert estaban juntos, las
misiones siempre eran un éxito.
Pues... Me apetecía mucho escribir otro caso de Gilbert y Ross. No es el mejor, pero no me gusta publicar posts interminables en el blog y teniendo en cuenta que su primer caso fueron 24 páginas y el segundo 10, conseguir que este fueran solo 3, ha sido todo un reto. Conserva su esencia original, las cartas, el mini, el otro yo de Gilbert y la ternura y capacidad de conectar de Ross. Me encantan!!
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Decimoquinta semana, Construye un relato sobre un triciclo, un lazo y un medallón.
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