–¡Venga ya, Caronte! —se quejó.
– Lo siento jefe, las reglas son
iguales para todos. Usted mismo lo dijo. Y si no paga, no le puedo dejar subir.
Las reglas, las malditas reglas.
Nunca debería haberlas cambiado, pero claro, el mundo avanzaba y el inframundo
también tenía que avanzar. Progreso, democracia y bla bla bla…
Se puso entonces a pedir unas
monedas a los muertos, prometiendo a cambio un trato ligeramente favorable en sus
juicios. Y cuando las consiguió, pagó al barquero y se acomodó en una esquina
apretujado entre los demás pasajeros, como si no fuera un dios y fuera igual
que cualquiera de ellos.
Despachó todos los juicios del
día. La mayoría menudencias: Gente avariciosa, egoísta, perezosa, iracunda,
lujuriosa… pecadores habituales. Y algún que otro caso más interesante:
Ladrones, asesinos, violadores y psicópatas que iban a recibir por infinito el
daño que habían causado en vida. Flaco consuelo para sus víctimas, pero muy
satisfactorio para el dios de los muertos. La justicia que aplicaba su Hermano
Zeus en la tierra no tenía nada que ver con la que aplicaba él allí abajo.
Con el día llegando a su fin,
estaba listo para volver a casa, pero antes Cerbero le cortó el paso demandando
parte de su atención. No se contentó con que le lanzara un hueso, necesitó que
le lanzara tres, uno por cabeza. Del mismo modo demandó que le rascara la tripa
y detrás de las nueve orejas. Si no lo hacía cada día, el condenado perro le
gruñía y le impedía pasar al otro lado.
Ya en casa saludó con efusividad a
su esposa.
–¡¡Cariñoooo, ya estoy aquí!!
Perséfone lo recibió con el ceño
fruncido y los brazos cruzados.
–Otra vez así de sucio… —Se quejó negando con la cabeza— Siempre igual… ¡Vamos, directo al baño!
En esos momentos maldijo al
perro, por haberle llenado la túnica de babas y obedeció sin rechistar. Su
mujer era la que mandaba en casa. Tal vez fuera por eso que a ellos dos les iba
tan bien. No como a Zeus y Hera, ninguno de los dos sabía ceder…
Se quitó la túnica y se miró en
el espejo mientras el vapor llenaba la estancia. Pensó en lo viejo y cansado
que parecía. Con razón le tenía todo el mundo tanto miedo. Tenía que hacer algo
con su aspecto…
Entonces Perséfone llamó a la
puerta.
–¿Puedo entrar? —preguntó zalamera.
Y Hades sonrió por fin. Su vida
tampoco estaba tan mal. Le gustaba su trabajo y había días como aquel, en los
que tenía suerte y su bella y magnifica esposa lo acompañaba en la bañera.
*Escrito originalmente el 13 de Marzo de 2022.
Pues... no sé, no se me ocurría nada grandioso. He decidido hacer un Hades más "normal" y "actual".
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Décima semana, Crea una historia de un día cualquiera en la vida de Hades, el dios del inframundo.
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