El trayecto había sido largo y un
tanto penoso, pero bien había valido la pena.
Sus amistades y familiares habían
insistido en que estaban locos, en que podían haber elegido cualquier otro
lugar para celebrar su luna de miel, pero dos locomotoras de vapor y una
diligencia después, estaban al borde del mediterráneo, frente al mar. Y ella no
había visto nunca el mar.
Era maravilloso. El azul oscuro
del atardecer se mezclaba con el de las aguas, dando la impresión de que el
horizonte no tenía final. Las gaviotas volaban estridentes por el cielo y un
grupo de lugareños y pescadores habían sacado sus sillas de mimbre para
sentarse en círculo sobre la orilla a disfrutar de la buena compañía. La suave
brisa salobre revolvía los cabellos cortos de los hombres y mecía suavemente
las hebras y mechones que habían conseguido escapar de los apretados moños de
las mujeres.
Miguel se había quitado los
calcetines y doblado el bajo de los pantalones mientras que ella se había
recogido las faldas del vestido con una mano, dejando escandalosamente al
descubierto sus tobillos. Con la otra sujetaba el sombrero, para que no se lo
llevara el viento.
Miró a su flamante marido con una sonrisa y fue directa
a meter los pies en el agua, a dejarse besar por la espuma, tan blanca como las
nubes. Se encontró con que estaba más fría de lo que imaginaba y lanzó grititos
como una niña tonta, para después mirar, avergonzada y roja como la grana, a su
alrededor. No eran los únicos que paseaban por la playa con los pies descalzos
y los zapatos en la mano.
Detrás de ellos había un grupo de
chiquillos escandalosos, que reían y jugaban, revolviéndose en la arena, tan
desnudos como sus madres los habían traído al mundo; y delante, dos mujeres
paseaban silenciosas, con los vestidos blancos sin recoger y los zapatos
puestos. Iban muy peripuestas, las dos con sombreros. Y una de ellas sujetaba
una sombrilla que parecía querer escapar para correr con el viento.
No muy lejos, refugiado detrás de
un caballete y un lienzo, armado con pinceles y paleta, un caballero vestido
con blusa se entretenía pintando a las dos mujeres que paseaban, absortas en
sus propios pensamientos.
Entonces, Miguel se inclinó a su
lado y susurrándole al oído, dijo:
—¿Ves a ese de ahí?, es Joaquín Sorolla.
*Escrito originalmente el 18 de Febrero de 2022.
Pues... Este ha sido un tormento. Y el resultado me parece terrible. El tema era demasiado amplio, pudiendo abarcar muchas cosas. Primero pensé en escribir sobre la guerra de la independencia, luego sobre el descubrimiento del fuego... Pero no estaba muy convencida. Y entonces vi en algún sitio un cuadro de Sorolla y dije: Venga va, ponte a escribir sobre un viaje a la playa antes de 1910, peeeero después descubrí que los viajes ferroviarios del centro al mediterráneo no eran tan sencillos. Y me dije bueno, pues vamos a juntar imágenes playeras y cuadros de la época y a ver que sale. Resultado: Un desastre.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Séptima semana, ¡Viajamos en el tiempo!, escribe un relato situado antes de 1910
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