Los guiaron en silencio por unos
pasillos iluminados con tubos fluorescentes y cuando entraron en la sala, su
anfitrión gritó:
—¡Bienvenidos a la experiencia
gastronómica del futuro!
María Liebeman, que tenía seis
estrellas Michelin gracias a sus dos restaurantes, miró a los otros. Bilclos, el multimillonario de Internet,
bostezó. Perrellini, el crítico gastronómico, desaflojó el nudo de su corbata y
M-BYT-Auser, el rey de las redes sociales, bajó sus gafas de sol para mirar por
encima de ellas.
La sala era un desastre. Los
comedores de un típico restaurante de pueblo tenían un aspecto mucho más
elegante, pensó María Liebeman, que aquel lugar con ínfulas de laboratorio.
Habían colocado una mesa de cristal en el centro, sin mantel, con un servició
de cubertería de plata y las servilletas dentro de las copas. Las sillas
trasparentes eran similares a un huevo cocido cortado longitudinalmente, y del
techo de Cemento colgaba una ridícula lámpara de araña, que daba la impresión
de haber sido robada del mismísimo Versalles. Si a eso se le sumaban las paredes de chapa,
el ambiente no podía ser menos ridículo.
—Asombroso. —Se le escapó a
M-BYT-Auser.
Bilclos soltó una carcajada, por
lo visto, no pensaba lo mismo.
—Tomen asiento, por favor. —Los
animó su anfitrión.
Hicieron lo que les pedía y
M-BYT-Auser incluso se puso la servilleta sobre las rodillas.
—Muy bien, ahora que ya estamos
listos, vamos a empezar con la demostración —Anunció su anfitrión dando una
palmada al aire, al más puro estilo teatral.
Al momento, cuatro camareros
aparecieron con igual número de bandejas cubiertas por campanas. Las dejaron
delante de cada uno de ellos y a un chasquido de dedos por parte de su jefe,
descubrieron su contenido.
María Liebeman se encontró con
cuatro cubitos delante de sus narices.
—¿Son bombones? —Preguntó
M-BYT-Auser.
—Se parecen más a las pastillas
de caldo, diría yo. —Apuntó Perrellini.
—No huelen a nada —Contestó
Bilclós que había cogido uno y se lo había acercado a la nariz.
Su anfitrión sonrió, con una
sonrisa muy amplia y empalagosa.
—Pruébenlos, adelante. —los animó—
Se trata de una comida completa. El entrante, el primer plato, el segundo y el
postre. Tal y como imaginaron en las películas, pero hecho realidad.
María Liebeman puso los ojos en
blanco, pero se llevó el primero, el entrante, a la boca. Dejó que su saliva lo
deshiciera y reconoció los sabores de inmediato. La acritud del pan de centeno y
el queso crema, el dulzor del tomate y cierto toque sulfúrico de un huevo hecho
un poco demasiado.
—Tosta de pan de centeno con
queso crema, aguacate y huevo. —Se le adelantó Perrellini.
Su anfitrión asintió ferozmente
con la cabeza y los invitó a seguir con un gesto de la mano.
El primer plato se trató de un
picante curry de lentejas y el segundo de un bacalao al punto de sal con
verduritas. Mientras que el postre era una crema agridulce de limón y naranja
amarga.
—Aburrido. —apuntó Bilclos en voz
alta, una vez hubieron terminado— Esperaba mucho más.
Su anfitrión se frotó las manos.
—Oh, señor Bilclos, eso solo era
un pequeño aperitivo, la grandeza de verdad viene a continuación.
Volvió a dar una palmada y los
camareros repitieron el procedimiento, solo que esta vez el contenido de la
bandeja era un enorme y aparentemente suculento chuletón.
—¡Genial! —Exclamó M-BYT-Auser
clavando el tenedor en la carne para cortar un trozo.
—¿Está hecho con impresora 3D? —Preguntó
Perrellini— Parece… extraño.
—Una pérdida de tiempo… —Conjeturó Bilclos.
María Liebeman no dijo nada, y se metió un trozo minúsculo
de aquella carne a la boca. Reconoció el delicioso sabor denominado umami, el
mismo que tenía el jamón. Al igual que este, resultaba grasiento, adiposo y…
ligera, muy ligeramente… ¿Ranció? Quiso escupirlo, y, sin embargo, hizo un
esfuerzo titánico por tragarlo.
—Maravilloso. —opinó Perrellini— Nunca había imaginado que
la carne artificial pudiera saber tan bien.
—Eso se debe, mi querido señor Perrellini, a que no es del
todo artificial. ¿Recuerda los análisis previos que les hicimos y las muestras
suyas que tomamos antes de empezar con todo esto? Les dijimos que eran para
personalizar la comida según sus necesidades nutritivas, pero en realidad fue
para que usted pudiera comerse hoy al señor Bilclos. Y el señor M-BYT-Auser a
la señora María.
—¿A quién me he comido yo? —Preguntó Bilclos, repentinamente
interesado.
—Al señor M-BYT-Auser.
—Repugnante y… ¡Asombroso! —intervino este a su vez.
Eso quería decir que María Liebeman había probado un chuletón
de carne del señor Perrellini, hecho con sus células y su ADN.
—¿Lo entienden ahora? —Preguntó su anfitrión— Lo que acabo
de mostrarles es el futuro. Se acabaron los problemas ocasionados por las
macrogranjas, las deforestaciones para los cultivos y todo lo demás.
Imagínense, ¡poder comerse a sus ídolos!
—La gente pagaría por ello, desde luego—Opinó Bilclos— ¡Voy
a comprarle todo esto!
En cuanto a María Liebeman… ella no lo entendía.
*Escrito originalmente el 5 de Febrero de 2022.
Pues... este es un poquito más largo que los demás y supera los 500 caracteres. No estaba muy segura con lo de los siete sabores, así que al final metí los que reconoce la ciencia (o está en ello): Dulce, salado, amargo, ácido, umami, picante, adiposo... Y la idea del chuletón me la dieron las yoburguesas de Andy Weir XD
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2022. Quinta semana, Crea un relato en el que aparezcan al menos 7 sabores.
Comentarios
Publicar un comentario