Hoy tenía uno de esos días en los
que odiaba a todo el mundo. Lo sabía por su forma de mirar, y porque sus cejas
se curvaban hacía arriba con hastío. No se atrevió a preguntar qué le pasaba.
En su lugar dijo:
—¿Estás segura?
Ella asintió despacio, sin tan
siquiera mirarlo. Se remangó las faldas y caminó hacia el punto de encuentro.
Él bajó los ojos hacia la triste caja
que tenía entre las manos, tragó saliva y la siguió. No debía dudar de ella,
pero… iba a ser tan difícil hacer lo que tenían que hacer…
Llegaron primero, y como pasaba
cada vez que trataban con ellos, llegaron tarde. La puntualidad no se
encontraba entre sus virtudes. Aunque la verdad era que no se les conocía
ninguna.
Aparecieron tres humanos, tres
varones, vestidos con ropas pomposas y feas, cargados de cachivaches
electrónicos y los ojos cubiertos por cristales opacos. Iban de duros, pero
eran insignificantes.
—Su señoría Pagaya, Mis del conocimiento, azote de la soberbia, maestra del clima, protectora de los afligidos, audaz caminante del destino…
—¿Traéis lo que habíamos acordado?—lo interrumpió con grosería y desfachatez uno de los hombres.
Pagaya no hizo ningún gesto, pero
él se mordió la lengua para no contestar a su mala educación. El derramamiento
de sangre estaba prohibido entre los suyos, lo que no tenía nada que ver con
las ganas pecaminosas que a veces le entraban de romper aquella ley cuando
trataban con ellos.
Su señoría le hizo un gesto con
la cabeza, él dio un vacilante paso hacia delante y poniéndose de
rodillas les tendió la caja.
Se la arrancaron de las manos, la
abrieron y contemplaron la pequeña criatura con satisfacción. Era un Lyyery.
Una sombra palpitante que parecía inerte, pero estaba viva e irradiaba poder.
Un poder que, en malas manos, las manos de aquellos desalmados, podía llegar a
ser aterrador.
Se marcharon sin despedirse. Él
miró a Pagaya y le preguntó el porqué.
Pagaya posó sus manos sobre su orondo vientre de embarazada y dijo:
—Lo hacemos por los que están por venir, Etyn. Son el futuro, y el futuro es siempre lo más importante.
—No para ellos.—Contestó refiriéndose a los humanos.
Pagaya asintió.
—Y por eso me entristece tanto. Acabamos de darles la oportunidad de salvarse y corregir sus terribles errores del pasado, y, sin embargo, seguirán pensando en su presente y avocarán a su futuro a la extinción.
—No ha cambiado nada, entonces.
—En realidad, sí. Para evitar sus amenazas de sangre y una guerra que iban a perder, hemos adelantado el proceso y retrasado su esperanza de vida.
Asintió. Por fin lo entendía. Por
eso ella estaba así. Se sentía responsable, culpable por hacer lo que
tenía que hacer, igual que si fuera la afilada guadaña de la muerte.
*Escrito originalmente el 14 de Noviembre de 2021.
Para este no tenía inspiración. Sorry not sorry.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Cuadragésima sexta semana, Escribe un relato en el que uses un epíteto cada tres párrafos.
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