Se llamaba Piquito. Le habían
puesto ese nombre tan estúpido en honor al último loro que habían tenido. Pero
él no era un loro. Y tampoco tenía pico.
—¡Hay, pero que rico y que bonito es mi Piquito!— gritaba su dueña cuando lo veía. Como si fuera imbécil. Ella, que no él.
Pero lo peor no era eso, no. Lo
peor eran sus crías, que lo cogían de las patas traseras y le tiraban de las
orejas y el rabo igual que si fuera un muñeco de trapo. O lo metían dentro de
la rueda, pensando que lo que quería era dar vueltas sin sentido como un ridículo
hamster. Que no era el caso.
Tenía ganas de sangre, ganas de
revolución. Puede que fuera pequeño, pero pensaba a lo grande.
Era lunes y lo sacaron a dar una
vuelta. Atrapado, como era costumbre, con arnés y correa. Llegaron al parque,
al recinto con rejas, se adentraron en la parte de los pequeños y lo dejaron
suelto.
—Ale Piquito, juega con tus
amiguitos.
Piquito arrugó la nariz. Y tanto
que iban a jugar… a un juego perverso.
Todo estaba planeado. Sus dueños
no se dieron cuanta cuando empezaron a tomar posición. Los más grandes se
colocaron cerca de las entradas que abrían las jaulas, cerrando el paso. Los
pequeños se juntaron en el centro, formando un circulo. Entonces Piquito lanzó
la señal. Chilló como si lo estuvieran matando. Su dueña se acercó corriendo.
—¡Hay, pero que le está pasando a mi Piquito!
Y Piquito la mordió arrancándole un
trozo de dedo.
Los perros gruñeron y se lanzaron
directos a la garganta. Los gatos sacaron las uñas y las clavaron en la carne
blanda. Los pájaros bajaron de los árboles y se pusieron a picotear los ojos,
que por aquel entonces ya estaban desorbitados. Y los pequeños, como él, se pusieron
a mordisquear por aquí y por allá, centrándose en tobillos y dedos.
Esa misma noche todos los telediarios
de las diferentes cadenas abrieron con la misma noticia. Los animales que se
habían vuelto locos y habían atacado y matado a sus dueños en un parque.
Especularon con un montón de teorías, pero a ninguno de los expertos
tertulianos se le ocurrió pensar en que la idea, la revolución, hubiera salido
de la mente de un conejo. Un conejo llamado Piquito.
*Escrito originalmente el 7 de Noviembre de 2021.
Pues... No estoy muy segura de que sea una historia de terror... pero es lo que hay. El terror nunca se me ha dado bien.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Cuadragésima quinta semana, Escribe una historia de terror en la que los animales domésticos se rebelen contra sus dueños.
Comentarios
Publicar un comentario