Si estás leyendo esto, es porque
eres lo suficientemente desafortunado como para estar vivo. Y seguro que crees
saber la historia, pero yo voy a contarte la pura verdad.
Hace años, cuando el mundo estaba gobernado
por nuestros antepasados, un puñado de Hackers (no, no sé exactamente lo que
eran), hicieron estallar en cadena las centrales nucleares de la tierra con el
objetivo de erradicarnos. Y sí, estuvieron a punto de lograrlo, pero mis
antepasados, y los tuyos, sobrevivieron. Aunque no fueron los únicos, también
lo hicieron las cucarachas, y lo que fue peor, tomaron el control.
Ahora llega la parte que más te
suena. La parte en la que el mundo es un puñado de ruinas y escombros, la parte
en la que vivimos escondidos y atemorizados porque las cucarachas, esas
criaturas rojas y enormes con alas y antenas, no cesaban en su empeño de darnos
caza; la parte en la que nuestros padres y abuelos luchaban sin esperanza.
Y sí, lo sé, te estás preguntando
que pinto yo en todo esto… Pues veras, yo soy Barshi. Sí, ese Barshi.
Prepárate, porque se te va a caer un mito.
Todo lo que cuentan de mí es
mentira. No soy ni soldado ni científico. De hecho, no soy ningún genio, solo
un tipo de lo más normal. Un cobarde con un perro igual de cobarde. Uno de esos
que se pasan la vida escondidos y dejan que sean los demás los que luchen por
ellos. Ese soy yo. O era.
Pues bien, iré directo al grano, un
día, encontré el escondite perfecto, una especie de caverna metálica llena de
tubos de spray. Y sí, me volví loco, porque pensé en todos los lugares en los
que podría dejar mi marca con aquella pintura.
Cogí uno de color verde y le di
vueltas entre las manos. Me llamaron la atención las letras escritas en una
lengua que no entendía y sus dibujos: Una especie de pelotillas negras. Lo
agité y lo pulvericé sobre una de las paredes, pero no salió ningún color. Y
me cabreé. Lo lancé contra un rincón, y esa estupidez fue la que hizo que me
encontraran.
Era una cucaracha enorme, mucho
más grande que yo. Roco, mi perro, soltó un quejido lastimero y escondió el
rabo entre las patas. De haber podido, yo hubiera hecho lo mismo. No fue
inspiración, solo fue mi instinto. Cuando la cucaracha se me acercó lo único
que pude hacer fue lanzarle uno de los botes de spray. Y sí, fallé. La criatura
me cogió por el cuello con una de sus antenas y me elevó del suelo. Mis manos
se agitaron en el aire frenéticamente y una rozó otro de los botes. No pensé,
se lo rocié en la cabeza, así, sin más. Y la cucaracha me soltó, se retorció y
murió.
Ya te imaginas el resto, ¿verdad?
A veces los héroes nacen por accidente. Y sí, yo soy tu héroe. Barshi, el mismo
que encontró por casualidad el arma definitiva para darnos una oportunidad contra las
cucarachas, aquello que nuestros antepasados llamaban insecticidas.
*Escrito originalmente el 14 de Septiembre de 2021.
Pues... Recién acabado e inmediatamente publicado. Voy loca en el trabajo y se me echó el tiempo encima, no se me ocurría nada, y está mañana pensé, bueno, que salga lo que salga jajaja
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Trigésimo séptima semana, Crea un cuento que suceda en un futuro postapocalíptico gobernado por cucarachas gigantes.
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