—Yiiiiiiiiiihaaaaaaaa
El grito de guerra se escuchó
sobre el monótono traqueteo del tren, justo antes de que esté se detuviera
bruscamente haciendo chirriar los frenos y arrancando chispas a sus ruedas.
Tras un rápido y sucesivo
intercambio de disparos, un grupo de jinetes con las caras parcialmente
cubiertas por pañuelos subieron a bordo, y a punta de pistola, comenzaron a
pedir a todo el mundo sus joyas y objetos de valor. Carteras, relojes,
pendientes… a mujeres y hombres, sin excepción.
En el último vagón de pasajeros
viajaban Lord Beyran Atchinston, heredero de la compañía ferroviaria
transatlantica y su prometida, la señorita Delinda Jhones. Permanecieron
seguros unos pocos minutos, el tiempo que un hombre alto y fornido como un
coloso necesitó para tirar la puerta abajo.
La señorita Delinda comenzó a
sollozar. Lord Beyran guardó silencio pensando que tal vez podrían negociar.
El coloso se hizo a un lado y un
hombrecillo más pequeño, el que Lord Beyran supuso era el jefe de los
bandoleros, entró silbando en su vagón. Echó un vistazo rápido al compartimento
y se puso a examinar las copas de cristal con ojo crítico. Cuando se cansó se
dirigió directamente hacia Delinda, y con dedos hábiles la desembarazó de su
collar, sus pendientes y la alianza de diamantes que llevaba en el dedo.
Después hizo lo propio con él. Le
quitó el reloj y el dinero, el anillo de sello y no contento con aquel
escrutinio, le dio también la vuelta al forro de sus bolsillos, para asegurarse
de que se quedaba hasta con la última de sus monedas.
Entonces frunció el ceño y se bajó
el pañuelo. La señorita Delinda soltó un chillido y lord Beyron tragó saliva.
El bandolero era nada más y nada menos, Maja Rubestein, la enviudadora.
La pequeña pero hermosa mujer lo
desafío con la mirada. Y con la más dulce y seductora de sus voces, le
preguntó:
—¿Querido Beyran, donde guardas los bonos y participaciones de la compañía?, tengo entendido que esos trozos de papel valen mucho dinero y pueden cobrarse en cualquier banco…
—No los llevo encima —mintió lord
Beyran.
La enviudadora centró su atención
en Delinda.
—¿Y tú, guapa, no sabes nada?
Delinda negó entre sollozos. Maja
se le acercó y le acarició la mejilla, después los dedos de las manos, y por
último le dio un beso ligero como una pluma sobre los labios.
—¿Estás segura, querida, de que
no quieres contarme algo?
Lord Beyran miró a Delinda con
los ojos muy abiertos, esta había enrojecido y soltado un suspiro.
La enviudadora sonrió.
—Yo puedo tratarte mucho mejor
que este bruto. Solo tienes que decirme donde los guarda.
Delinda miró indecisa a lord
Beyran y después a la bandolera. No estaba segura de que era lo que tenía que
hacer. Se le escaparon unas lágrimas, que Maja recogió con un dedo para después
lamerlo de una forma tan descarada que hizo que a Lord Beyran se le secara la
garganta.
—Los lleva encima —confesó por
fin Delinda—. Doblados en un bolsillo secreto dentro de su chaleco.
La bandolera chasqueó los dedos, el coloso sujetó a un indefenso Lord Beyran, y ella se hizo con los bonos. Se los guardó en su propio bolsillo y observó cómo su hombre ataba a los dos prometidos. Después dio un beso en los labios a cada uno de ellos.
El de Delinda fue dulce y suave, el de Lord Beyran profundo y retorcido.
—Cuando os canséis de estar
solos —les dijo guiñando un ojo—. Mandadme un mensaje. Los tríos son mucho más
divertidos.
Pues... Aquí otra vez, con un bloqueo porque no me gustaba el tema. Una bandolera ligona meh. En un principio quería que se ligará al hombre. Luego pensé, y porqué no se liga a la mujer. Y después me dije, y porqué no se los liga a los dos jajaja fui improvisando sobre la marcha y no estoy contenta con el resultado, pero... que se le va a hacer...
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Trigésimo primera semana, Escribe una historia protagonizada por una bandolera ligona.
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