Hacía tiempo que venían pasando cosas extrañas y la princesa
estaba cansada. Nunca salía su nombre, siempre era el de algún otro,
normalmente pobre.
Un día decidió que ya estaba bien, que ella iba a dar muerte
al dragón. Cogió la espada más afilada de la armería y dejando atrás el
castillo y el lago, fue hasta su gruta.
—¡Dragón! —chilló alzando la espada—. ¡Sal ahora mismo, da la cara si te atreves!
El dragón no salió, pero una voz sibilante surgió de las
entrañas de la gruta.
—Más ovejas no, por favor, ya no sé qué hacer con ellas…
huelen tan mal…
La princesa enfureció.
—¡Qué salgas ahora mismo, he dicho!
—¿Para qué?—contestó el dragón.
—Para matarte.
—Sí mujer, más quisieras… que manía me tenéis todos —se
quejó—. Ni que yo os hubiera hecho algo.
—¡Por su puesto que nos habéis hecho! Os habéis comido nuestras
ovejas, incendiado nuestros campos y por si no tuvierais bastante, ahora pedís
nuestra carne.
El dragón bufó.
—¡Eso es mentira! Yo solo como peces que pesco en el lago.
Es el rey quien me utiliza para tener a su pueblo sometido y atemorizado.
La princesa no se mostró sorprendida. Su tío, regente hasta
que ella alcanzara la mayoría de edad, era un hombre despiadado y calculador.
Sospechaba que también había envenenado a su padre.
—Está bien, te creo, sal y hablemos. Te doy mi palabra de
no matarte.
El dragón, desconfiado y precavido, asomó la cabeza enseñando
una lengua larga y bífida. No hacía mucho bulto, era apenas mayor que un buey y
parecía una lagartija gigante, alargada y rastrera, con dos ojos amarillos en
los lados de la cabeza, unas alas raquíticas como de murciélago, una cola larga
y dos pares de patas con cuatro garras.
—Si lo que dices es cierto... ¿por qué no te marchas y nos
dejas en paz?
—Porque no puedo —confesó el dragón—. El rey robó mi joya de
vida y sin ella no puedo irme y buscar un sitio más tranquilo, una gruta más
grande junto a un lago más grande.
Y mientras hablaba se señalaba con las garras un agujero que
había en el centro de su pecho, entre un puñado de escamas grises como el lodo.
—Ya sé a qué te refieres —dijo la princesa— debe ser el
colgante que mi tío lleva siempre colgado del cuello y que tiene forma de rosa.
¿Es así como te controla?
El dragón lanzó un siseo por toda afirmación.
La princesa se cruzó de brazos y empezó a pensar. Al final
llegó a la misma conclusión.
—Hay que matarte
El dragón chilló:
—¡Mentirosa!, me habíais dado vuestra palabra…
—Sí, lo sé, lo que quiero decir es que tenemos que hacer
que el pueblo te crea muerto. Yo recuperaré la joya y tú podrás largarte.
—¿Y cómo pensáis hacerlo?
La princesa sonrío.
—Contándoles una historia, una representación. Está noche
le robaré la joya a mi tío mientras duerme. Será fácil, pues bebe demasiado por
las noches y tiene un sueño tan pesado que no sería capaz de despertarse ni
aunque le tocaran una trompeta en el oído. Mañana cogeré un caballo y una
armadura y vendré a buscarte vestida como un caballero. Te devolveré la joya y
haré como que te mato, tú te zambullirás en el lago y allí te quedarás.
—Ya entiendo —dijo el dragón entusiasmado—. Y cuando todos
estén distraídos celebrándolo, yo me escabulliré y seré libre.
—Exactamente. Pero… necesitaré un nombre. ¿Cómo te
llamas?—Pregunto la princesa.
—Grrrrrorrrrje
—Ya veo… Lo dejaremos en Jorge, será mucho más sencillo.
Y con el plan decidido se despidieron. Esa misma noche la
princesa robó la joya y a la mañana siguiente, al grito de: “Soy el caballero
Jorge”; mató al dragón. Por la tarde,
mientras los súbditos celebraban su libertad, fue a despedirse de su compañero.
—¿Estarás bien? —le preguntó el dragón antes de alzar el
vuelo, con la joya resplandeciendo en el centro de su pecho.
La princesa se encogió de hombros.
—El pueblo ya no tiene miedo porque ahora tiene un héroe.
—¿Y qué pasará con tú tío?
—Me encargaré de él —respondió convencida.
El dragón la miró, preocupado. Juntó entonces las manos
sobre su pecho, justo encima de su joya, e hizo florecer una rosa.
—Toma —dijo tendiéndosela a la princesa—. Es mi forma de
agradecerte todo lo que has hecho por mí. Con ella estarás protegida y nadie
podrá hacerte daño.
Ella la cogió y la olfateó. Después levantó la cabeza y
siguió al dragón en su vuelo por el cielo hasta que lo perdió de vista.
Mientras tanto, en el reino, un regente se lamentaba y un
pueblo aclamaba a un tal caballero Jorge del que nada sabía.
*Escrito originalmente el 23 de Abril de 2021.
Bueno... pues hay un dragón, una princesa, una rosa y un caballero Jorge. Además, quería que esta vez no hubiera un dragón malo ni una princesa que necesitara ser salvada. Para terminar con los tópicos y eso.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Décimo séptima semana, Escribe un retelling de la historia de San jordi.
Comentarios
Publicar un comentario