La puerta se abrió de golpe,
dando un bandazo y chocando contra la pared. Mi cuerpo dio un respingo y el
corazón casi se me sale por la boca. No esperaba compañía.
Por la puerta apareció una mujer
corpulenta, de brazos y piernas como jamones y el pelo recogido con rulos y una
redecilla. Era la típica señora mayor de pueblo, solo que no estábamos en el
pueblo, y eso me sorprendió, pues aquí yo las creía extintas.
Dejó la cubeta de ropa que
cargaba sobre el suelo, y me miró con el ceño fruncido.
—¿Qué estás haciendo ahí? —me
preguntó. Porque desde luego, estar subido en la cornisa de la terraza de un
edificio de siete pisos tampoco es algo que vaya haciendo todo el mundo.
No parecía alarmada ni
sorprendida. No sabía quién era yo.
—¿No sabe quién soy?
La mujer puso los brazos en
jarras y negó con la cabeza. Y eso sí que era sorprendente, porque estábamos en
la ciudad y aunque no era una ciudad muy grande, todos me conocían. Cómo no
reconocer al hombre que era el hazmerreír y la vergüenza del país, el hombre
que no dejaba de salir en todos los canales de televisión y se había hecho
viral, el hombre que había impedido el triunfo histórico de la nación y se
había convertido en su enemigo, el hombre al que se le había escurrido el balón
de entre los dedos y colado por las piernas en una imagen tan cómica como trágica,
el hombre cuya carrera y futuro estaban muertos y esperaba estarlo él también…
muy pronto…
Le dije quién era sin bajar de la
cornisa y se quedó igual.
—Bah —me dijo haciendo un gesto
brusco con el brazo—. Menuda tontería. Hay gente por ahí que está en situaciones
mucho peores que la tuya. No eres el ombligo del mundo por mucho que te lo
creas. Con el tiempo pasará.
Pero no era cierto, con el tiempo
no pasaría. El recuerdo y las imágenes estarían ahí para toda la eternidad. Ya
eran historia. Y yo no podía seguir viviendo así, con toda esa presión encima,
señalado a todas horas, en un nivel de vida que no era el mío. Sin lujos y sin
nada. En un edificio normal de una ciudad normal, conduciendo un coche normal y
con una novia normal… no podía.
La mujer chasqueó la lengua.
—Bueno, ¿vas a tirarte o qué? —me
soltó.
Yo no hice nada. Seguí allí de
pie, decidido, pero sin atreverme.
Ella resopló.
—Ya me lo imaginaba, déjame que
te ayude.
Se acercó a mí despacio, y yo
dejé que lo hiciera porque tal vez eso era lo que estaba buscando. Cuando ya
casi estaba a mi lado, levantó uno de esos brazos gordos como un jamón y…
… ¡Me empujo!
—No soporto a la gente
indecisa —la oí decir mientras caía.
No grité, no dije nada. Ahora no estaba tan seguro de si aquello era lo que de verdad quería…
Su cabeza de rulos de plástico
asomada por la cornisa, recortada en un cielo azul pintado con nubecillas
blancas, eso fue lo último que vi antes de morir.
Pues... este relato surge de una idea que hace mucho que quería escribir y viendo que la temática me lo ponía a huevo, me decidí a desarrollarla. Es cierto que se parece mucho a lo que tenía en mente, a esa especie de relato cruel y bestia que quería escribir, pero siento que todavía le falta. Es probable que algún día haga una segunda versión...
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Décimo quinta semana, Haz que tú cuento acabe con "Eso fue lo último que vi antes de morir".
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