—¿Estás segura? —me preguntó.
Asentí. En cuanto cerré los ojos
recordé.
Mi piel era del tono oscuro de
las aceitunas y un hombre blanco me arrastraba por el suelo cogiéndome del pelo
por el simple hecho de haberle dicho que no.
Se produjo un salto y ahora mi
piel era blanca como la leche, cubierta de pecas anaranjadas. Llevaba el pelo
recogido bajo un sombrero, un vestido que me llegaba hasta los tobillos y una
pancarta que me cruzaba el pecho en la que ponía: “Pan y rosas”.
Volví a saltar. Esta vez no tuve tiempo de darme cuenta de cómo era mi piel, ni que llevaba puesto. Estaba rodeada por un humo negro, me escocían los ojos y me costaba respirar. Me encontraba frente a unas puertas cerradas desde fuera que mis compañeras y yo no dejábamos de aporrear. Oí el chillido desgarrador de alguien que saltaba desde el último piso, el noveno, y en mi desesperación de no ser devorada por el fuego, pensé: "¿Por qué no se me ha ocurrido a mí? "
Y subí y salté.
Al estamparme contra el suelo,
dejé de estar allí, pero tampoco estaba muerta. Tenía delante unas urnas de
cristal. En mi mano derecha llevaba un carnet de identidad y en la izquierda un
sobre de papel con un voto.
Sonreí y volví al presente,
dejando atrás el recuerdo de mis vidas pasadas.
—¿Y bien? —me preguntó mi acompañante—. ¿Has tenido suficiente?.
Lo pensé por unos segundos.
Decían que éramos libres, pero muchas de nosotras todavía seguíamos atrapadas
bajo el yugo del hombre, seguíamos cobrando menos que ellos y aunque podíamos
votar, muy pocas de nosotras estábamos de verdad en el poder.
—¿Puedes mostrarme un vestigio del futuro? —pedí.
Sentía que estábamos tan cerca…
—Está bien —concedió sin pensárselo demasiado—. Allá tú.
Abrí los ojos. Delante de mí
había una pantalla gigante en la que una mujer daba un discurso a la nación más
importante del mundo.
—Ya está, es suficiente —me dijo trayéndome de vuelta—. ¿Y bien, has tomado una decisión?.
Asentí
—¿Estás segura? —preguntó.
Volví a sentir
—¿Por qué?
—Porque soy mujer —le contesté.
Fue su turno de asentir.
Y viví una vida más, una vida en
la que la mujer estaba en el poder en igualdad de número que el hombre, una
vida en la que ya no se permitía decir que éramos inferiores, una vida en la
que nuestros salarios, derechos y obligaciones, eran los mismos; una vida en la
que decir “no” significaba “no”.
Al terminar me preguntó:
—¿Han merecido la pena?
—Sí.
—¿Todas y cada una de ellas?
—Sí —le dije—. Porque ser mujer, merece la pena.
*Escrito originalmente el 10 de Marzo de 2021.
Pues... no estoy muy segura de haber cumplido con la premisa. Sabía lo que era un flashback y tenía una idea de lo que era un flashforward, pero tuve que buscar ejemplos por ahí. Al mismo tiempo es mi pequeño homenaje al 8 de marzo.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Undécima semana, Escribe un relato que pase de un flashback a un flashforward y haz que el enlace tenga sentido.
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