A Rania le encantaba tejer. Cuando era muy pequeña se colaba por la noche en el taller de su padre para verlo trabajar. Su padre la sentaba en sus rodillas y le preguntaba:
—¿Sabes los que soy Rania?, ¿Lo
que somos?
Ella asentía con la cabeza y
chillaba:
—¡Tejedores de ilusiones,
creadores de sueños!
—Casi casi —reía su padre—. Somos
tejedores de sueños, creadores de ilusiones. ¿Y sabes porque, Rania?
—¿Porque el hombre necesita
soñar? —contestaba ella con otra pregunta, dudosa.
—Exactamente.
Entonces su padre comenzaba a
tejer. Sus manos adquirían un resplandor dorado y sus dedos parecían un
enjambre de abejas cubiertas de miel. Le daba un toquecito en la frente, con
uno de esos dedos encendidos, y extraía un hilo de plata. A ese hilo de plata
iba añadiendo hilos nuevos, de su propia cosecha, hilos vivos, hilos amarillos,
negros, rojos, azules, verdes, naranjas… de todos los colores. Hasta formar un
conjunto de imágenes en movimiento, un sueño.
Y así, con los consejos y
enseñanzas de su padre, Rania aprendió muy pronto a tejer dormida, pero también
despierta. Y cuando él murió, ella ya era la mejor tejedora de sueños del
mundo. Montó su propio taller en el barrio de los artesanos e hizo correr la
voz de que no existía habilidad más grande que la suya, aunque no lo
necesitaba, pues era cierto y todos lo sabían.
La voz corrió y corrió, por el
aire, de boca en boca y de sueño en sueño, hasta llegar a conocimiento de la
reina Tecna, quien se sintió ofendida por la soberbia de Rania. ¿Cómo podía una
plebeya, una tejedora, osar decir que su habilidad era mejor que la suya y la
de cualquier otro hijo de la nobleza, regentes de dios en la tierra? No podía
permitirlo…
Un día que Rania trabajaba en su
taller, llamaron a la puerta, que nunca estaba cerrada. Cuando salió a ver
quién era, descubrió en la calle a una mujer muy alta y delgada, cubierta de
pieles.
—¿Sabes quién soy, muchacha? —preguntó la mujer.
—La reina Tecna. —Contestó Rania.
—¿Y sabes porque estoy aquí?
—Porque queréis un sueño, quizá. —Se aventuró a decir.
La reina bufó malhumorada.
—No. He venido a retarte, a demostrar que mi habilidad es
mejor que la tuya.
Rania aceptó el desafío e inmediatamente comenzó a tejer
delante de todos los curiosos que se habían reunido a mirar. No se amilanó. El
mundo estaba hecho de hilos, y solo sus manos podían tocarlos. Su padre le
había enseñado que la gente necesitaba soñar para evadirse de la realidad. Esa
realidad en la que los reyes y nobles tiranos como Tecna lo tenían todo y los
plebeyos como ella tenían que derramar lágrimas de sangre para tener una vida
mejor, más digna. Rania creó la Ilusión de las ilusiones, el sueño más grande
jamás soñado. Cogió un hilo de aquí, y un hilo de allá, y de los anhelos más
profundos, creo el futuro que todos estaban deseando. Ese futuro en el que ya
no había reyes ni plebeyos, ese futuro en el que todos eran iguales y nadie
valía más que nadie.
—¡¿Cómo te atreves?! —chilló la reina Tecna, indignada,
poniendo fin a la ilusión.
Rania dio un paso atrás, asustada. Había ido demasiado
lejos, pero no se arrepentía de lo que había hecho.
—¡Insolente! —siguió gritando la reina—. ¿Quién te crees que eres? No vales nada, eres tan insignificante…
Calló de repente. Una sonrisa perversa se había dibujado en
su rostro. Apuntó a Rania con un dedo pálido y huesudo como el de un esqueleto,
y al momento la muchacha sintió como todo su cuerpo se retorcía y se hacía más
pequeño, mientras que sus extremidades comenzaron a alargarse. Le crecieron los
colmillos y su torso se cubrió de pelo. Cuando la transformación terminó, Rania
se había convertido en una araña diminuta y fea.
—Si tanto te gusta tejer, es mejor que tengas el aspecto
que te toca —dijo la reina Tecna riendo. Después intentó aplastar a Rania con
uno de sus pies calzados con sandalias, pero falló.
Rania escapó y supo sacar ventaja de su nueva situación.
Tenía muchas patas que le permitían tejer más rápido... Y muchos ojos que le
permitían ver todos los hilos a la vez... Y un tamaño perfecto para inculcar
sus sueños a los durmientes a través de sus oídos...
Desde entonces Rania y sus descendientes siguen tejiendo, y
los hombres siguen soñando, aun ahora que ya no quedan reyes ni reinas, que un
día nadie será más que nadie, todos serán iguales.
*Escrito originalmente el 26 de Enero de 2021.
Pues elegí el mito de Aracne porque era el que más me pegaba y a partir de ahí pensé en una especie de Retelling fantasioso. Puede que el final sea un poquito pedante, o al menos esa es la sensación que me queda, pero es una historia corta y no quería enrollarme y enrollarme.
**Relato correspondiente a Literup 52 retos-de-escritura-para-2021. Quinta semana, Inventa un cuento basado en alguna de las metamorfosis de Ovidio.
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